Una sociedad que no sabe lo que es el arte, que no está educada para valorarlo y que se acerca a él solo como pasatiempo, como entretenimiento, no le hará ningún efecto una serie.
Hoy es el estreno de Matarife, la miniserie para WhatsApp de Daniel Mendoza Leal de la que mucho se habla en redes sociales. Daniel es un tipo que ha investigado mucho a Uribe; de hecho, esta serie se basa en los tantos artículos en los que ha denunciado las actividades ilegales del máximo mandatario que ha parido Colombia, las cosas hay que decirlas como son, nadie ha tenido tanta influencia en el poder de este país como el doctor Álvaro Uribe Vélez, así nos duela en lo más profundo del…
Veremos, entonces, las imágenes de lo sabido. De lo leído en los tantos artículos que han denunciado esas irregularidades, de lo escuchado en tantas plenarias de senado, de lo denunciado por los partidos opositores y por las víctimas, de las noticias sobre los procesos de investigación abiertos y estancados, de las claras fotografías del señor Uribe con gente de dudosa reputación, etc, etc. Matarife será la serie con más spoilers jamás vista. Por eso no entiendo la ansiedad de un enorme grupo de espectadores que encuentra un sabor de justicia en esa producción fílmica. Si ninguna de las denuncias hechas anteriormente ha prosperado, ¿por qué ha de prosperar esta?
Una sociedad que no sabe lo que es el arte, que no está educada para valorarlo y que se acerca a él solo como pasatiempo, como entretenimiento, no le hará ningún efecto una serie. Ya he visto a más de un uribista emocionado viendo las narco-novelas y gritando con orgullo: «¡ese patrón es un verraco!». De igual manera me pinto esta historia. Los partidarios del innombrable, crispetas en mano, viendo los capítulos donde el protagonista, el chacho entre los chachos, comanda el país y perpetra atrocidades al mismo tiempo; mientras en sus cabezas, en vez de sentir indignación, crecerá su fanatismo por la figura de un hombre capaz de salirse con la suya: el sueño de los enseñados al egoísmo como la mayoría de colombianos.
Esta historia tendrá otra cara, la de los indignados, los que llenarán su odio capítulo tras capítulo hasta que su impotencia los haga explotar en las redes sociales. En Twitter se mantendrá la serie en la tendencia número uno de Colombia. Allí se darán cita los dos bandos para descargar sus sentimientos por Uribe. Ya me los imagino: «Uribe careverga», «Uribe el mejor presidente de Colombia duélale a quien le duela» y al final la etiqueta #MatarifeT1S3. La calidad cinematográfica importará tan poco como las víctimas de los falsos positivos. Y más allá de que la opinión se centre temporalmente en la serie, dos silencios permanecerán imperturbables; uno será un silencio, literalmente, sepulcral, el de los líderes sociales desaparecidos y los civiles en medio de una guerra absurda; y el otro silencio será el de la justicia.
O ¿qué?, ¿qué esperaban?, que tras ver Matarife los colombianos se sintieran tan conmovidos como para dejar de ir en masa a votar por el títere que les diga el patrón; que la justicia iba a dejar de estar controlada por la élite política de la que él hace parte. No, aquí vemos películas y series para entretenernos. El arte cinematográfico, como todo el arte, es para nosotros los ignorantes una fuente de diversión pasajera. Y no seremos los únicos que nos divertiremos; lo imagino a él, impoluto, resplandeciente, recostado en un gran sillón mientras acaricia el cabello de uno de sus nietecitos, y pensando si será Matarife la producción que, por fin, lo eleve al plano de la eternidad. Un caballo relinchará a lo lejos y lo sacará de sus pensamientos. Lo más probable es que la serie no inmortalice su figura, se sentirá decepcionado pero tranquilo como aquel que ha forjado la más perfecta y segura impunidad.